La idea de equilibrio forma parte de las grandes corrientes de la filosofía y de la mística, de la alquimia medieval y de la ciencia moderna. La iniciación masónica no es ajena a este concepto que forma parte de la Tradición que viene desde las Tablas de Esmeralda y de las concepciones de las comunidades pitagóricas. La finalidad del presente ensayo es intentar ofrecer un panorama general sobre uno de los temas fundamentales de la Tradición iniciática, con la intención de señalar algunas concordancias simbólicas y, en lo posible, facilitar su comprensión.Por ser el punto de equilibrio el Centro tiende a permanecer estable, equilibrado e inmutable, representando realidades tanto internas como externas, macrocósmicas y microcósmicas a la vez.
Así, y en virtud de su universalidad, el simbolismo del Centro es de vasta profusión y aparece necesariamente en las alegorías iniciáticas de todas las épocas y culturas. Como veremos, se halla presente también en la Masonería. Los fundamentos de la presente síntesis ya han sido señalados por algunas autoridades en la materia; sin embargo, dado que este aspecto de la doctrina iniciática despertó nuestro interés hace varios años, intentaremos su desarrollo.
La Rueda. Taoísmo. Paralelismo con Heráclito
Por su propia naturaleza, todo punto central tiene una periferia; en tal sentido, podríamos haber titulado este trabajo “La Rueda”, ya que ésta presenta un eje al que consideramos fijo, y una periferia circular (la rueda propiamente dicha) que está en movimiento y que es sostenida por dicho centro.
La rueda ha sido tomada desde antiguo como un símbolo que evoca lo dinámico y mutable, los ciclos, la recurrencia, siempre en torno a un centro generador, que en el Ishaapanishad se define como “el Unico inmóvil” (verso 4). Estos conceptos de lo cíclico y de mutabilidad son fundamentales en la doctrina taoísta, la cual les asigna validez universal (macrocósmica) y humana (microcósmica). Nada de lo que existe es estable, fijo, y la única constante es el cambio permanente; todo aparece como un fluir incesante de cosas, seres, situaciones, y toda valoración es relativa.
El sabio taoísta no ofrece resistencia inútil a ese devenir permanente, sino que acompaña al movimiento, flexible como un junco en la tormenta. Al igual que un marino avezado, aun puede servirse de los vientos contrarios para navegar en la vida; la rigidez es propia de las cosas muertas y la resistencia, por no acompañar al ritmo natural de las fuerzas en juego, acarrea una inútil pérdida de energías y el sufrimiento, ocasionado por la fricción.Pero este dinamismo del Universo es natural, y proviene de la permanente lucha entre las polaridades opuestas (yin y yang), que son dos caras de una misma moneda, como los dos rostros del dios Jano; es decir, son dos aspectos siempre relativos de un mismo elemento.
El mismo nombre Lao-Tse (la principal figura del taoísmo) resulta ilustrativo, pues significa “joven-viejo”. La premisa taoísta considera que toda manifestación es una expresión sólo parcial y relativa de un Todo omniabarcante y este concepto se ve más claramente en estas palabras de Lao-Tse: “Lo fácil es ocasión de lo difícil; lo corto deriva de lo largo por comparación; lo bajo se distingue de lo alto por oposición”.Existen los opuestos y existe la mutación permanente, pero asimismo hay un punto de equilibrio: el centro, la esencia central de la cual todo procede, y a él alude la noción aproximada de lo que es Tao. Y decimos aproximada, pues el Tao es inefable por naturaleza: al decir de Lao-Tse, “eso que se define como el Tao, no es el Tao” (Tao-Te-King), y coincide con la idea de Satva en el hinduismo(1).
El Centro aparece entonces como el punto donde los pares de opuestos son trascendidos y surge la armonía del equilibrio. El sabio Chuang-Tse ilustra estos conceptos con la clásica parquedad oriental: “También esto es aquello. Aquello también es esto… la verdadera esencia del Tao es que esto y aquello dejan de ser opuestos. Esta esencia es como un eje en el centro de un círculo”. Aquí nos evoca la imagen de la rueda, antes mencionada. A este concepto se refiere, asimismo, el “motor inmóvil” de Aristóteles.Y ya que mencionamos a los pensadores griegos, hay un hecho que nos parece bastante llamativo: contemporáneamente con Lao-Tse y sus discípulos, también Heráclito presenta una Weltanschauung sobre los mismos principios que el taoísmo, pues considera que “todo fluye”; el cosmos se halla en permanente transformación, moviéndose en cielos, y sostiene que los opuestos son manifestaciones de una misma unidad. “El camino ascendente -dice Heráclito- y el camino descendente son una misma cosa. Dios es día y noche, invierno y verano, guerra y paz, saciedad y hambre”.
Y también podría haber agregado que Dios es cielo y tierra, quizás la fon-na más común que tienen los chinos de simbolizar los principios masculino y femenino (véase el I Ching, o Libro de las Mutaciones), que por otra parte nos recuerda las palabras del Padrenuestro: “hágase Tu voluntad, así en el cielo como en la tierra…..”.
Como generador de toda manifestación, producida por el juego de las polaridades opuestas, el Centro también suele presentarse como el germen de una semilla. En el Evangelio, Jesús nos pide tener fe, “aunque sea como un grano de mostaza”. Si convenimos que la intersección de la cruz evoca la idea de centralidad, resulta llamativo que la mostaza pertenezca a la familia botánica de las crucíferas (crucis ferre = llevar la cruz). También la almendra, o bien “el núcleo y la cáscara”, son imágenes muy tradicionales en el sufismo, y portadoras de enseñanzas similares.El hinduismo, por su parte, en el Cap. XIII del Srimad Bhagavad Gitá presenta la idea en estos términos: “Soy la Convergencia Final de todas las Multiplicidades… la Energía de la Síntesis” (verso 14); “Cualquiera que sea la semilla de toda creación manifestada, esa soy Yo, Oh Aryuna! (verso 15).
El Pontífice. Iris. El Arco y el Arca. Melkisedek. El Águila en la Masonería
La imagen de cielo y tierra como dos reinos opuestos nos conduce también a la figura del Pontífice, cuya tarea es la de construir puentes. El es el mediador entre este mundo y los planos celestiales; de ahí que constituya la máxima autoridad dentro de la iglesia romana, que lo considera como transmisor e intérprete de la palabra divina.La necesidad de un mediador (función extensiva a la casta sacerdotal) y el carácter irreconciliable de cielo y tierra hallan su clara expresión en la escuela tomista y, como es sabido, degeneraron en esquemas de opresión y vasallaje durante toda la Edad Media; pero este tema nos apartaría del que nos ocupa específicamente.
Lo que sí nos interesa es señalar que dentro del Rito Escocés existe un grado llamado Gran Pontífice de la Jerusalem Celeste. Por su propio carácter de mediador, el Pontífice ocupa la posición intermedia o central entre los dos polos opuestos (cielo y tierra), y presenta numerosas concordancias con otras figuras mitológicas y simbólicas.
En la mitología griega, por ejemplo, la encargada de comunicar a los dioses del Olimpo con los humanos es Iris; de quien recibe su nombre el arcoiris, que aparenta ser un puente entre el cielo y la tierra, y que no tiene siete colores, tal como se ha dicho a veces. Los siete colores se refieren más bien a los siete rayos de la Creación.La tradición religiosa hebraica también está provista de elementos de mediación entre Dios y su pueblo, entre ellos, el Arca de la Alianza, situada en el Sancto Sanctorum del Tabernáculo en el desierto, o Shekhinah.
El término arca designa también una nave, de ahí que asimismo se llame “nave”, en sentido general, a la parte central del templo, donde los fieles se comunican con Dios. Resulta por otra parte significativo que no se hable de la “embarcación” ni de la “nave” de Noé2.En torno a la historia diluviana, “noaquita”, el arca se asocia básicamente a los grandes cataclismos que precedieron al actual ciclo de manifestación -el Kali Yuga del hinduismo-, de los cuales dan cuenta no sólo las tradiciones de diversos pueblos, sino también las investigaciones científicas. Recordamos, además, que hay un grado masónico denominado Patriarca Noaquita, y que el Royal Ark es uno de los cuerpos capitulares de la masonería anglosajona.
Esta unión entre los opuestos, cielo y tierra, también aparece como la fusión de los dos poderes, sacerdotal y real: es el Melquisedek bíblico. Al referirse a Cristo -el hombre plenamente realizado, o “exaltado”- el Evangelio lo señala como “sacerdote y rey según la Orden de Melquisedek”. Asimismo, nos viene a colación una antífona medieval para la Navidad, que hasta llega a tomar el simbolismo pagano del Jano Bifronte, quien presenta un rostro masculino y otro femenino, y que frecuentemente sostiene, respectivamente. un cetro (poder real) y una llave (poder sacerdotal = la llave de los misterios). La antífona en cuestión dice: “Cristo esperado, llave de la casa de David y cetro de la casa de Israel”.
A esta fusión de opuestos (”sacerdote rey”) hace referencia el águila bicéfala de la Masonería, que para mayor evidencia une los colores blanco y negro; también, el famoso andrógino de los alquimistas, que aparece en los grabados como un ser con dos cabezas, de hombre y de mujer o, en lugar de éstas, figuran como sustitutos el sol y la luna, y Carl G. Jung, quien además realizó investigaciones en el ámbito de la alquimia denominó ánima y ánimus a las dos polaridades que, según su teoría, integran la psiquis.
El eje polar. El rey Arturo y los Caballeros de la Mesa Redonda.
El Santo GrialNos referíamos a la rueda como una figura circunferencias que rota sobre un punto fijo central. Ahora bien, si reemplazásemos dicha circunferencia por una esfera, bien podríamos evocar la imagen de la Tierra rotando sobre su eje.La analogía es clara y, de hecho, tenemos también representadas las dos polaridades por los polos: norte o ártico, y sur o antártico. La palabra ártico deriva del griego “arktos”: oso, indicando para el caso la presencia de osos en el Ártico y su ausencia en la Antártida.Pero lo que aquí nos interesa es la asociación (al menos etimológica) que existe entre la palabra oso (arktos) y los polos, e igualmente, con el nombre propio Arturo.
También en lenguas de la rama germánica se presenta una concordancia similar, pues hablamos de polo ártico o boreal (bear, Bär, björ = oso), que se asocia a la idea de “nacer” o “dar a luz” (to be gorn, geboren werden, etc.). En este sentido, el historiador Gérard de Séde informa: “Los godos llevaban el oso como emblema y lo conservaron durante largo tiempo… Figura en los escudos de muchas ciudades fundadas u ocupadas por ellos, como Björneborg, Hammerfest, Novgorod, Madrid, etc.” (El Misterio Gótico, de Plaza & Janés, pág. 59). Según la leyenda céltica el rey Arturo fue el fundador de la Orden de los Caballeros de la Mesa Redonda, cuya principal misión era la de hallar el Santo Grial, y que se llamaba así porque tal era la forma donde reposaría el Grial.
La mesa en cuestión había sido construida por el rey Arturo sobre planos de Merlín, un sacerdote druida.Según la leyenda, el cáliz sagrado fue el que utilizó Cristo en la última cena con sus discípulos y sirvió también para recoger la sangre y el agua que manaron del flanco del Crucificado.Posteriormente, José de Arimatea y Nicodemo lo habrían llevado a Gran Bretaña. Haciendo abstracción de la veracidad del relato, vemos que aquí aparece nuevamente una figura circular: la Mesa Redonda, obra conjunta y conjunción de los dos poderes, es decir, el real (Arturo) y el sacerdotal (Merlín)3. Desarrollar las connotaciones iniciáticas del Santo Grial sería una tarea por demás extensa para la ocasión.
Tan sólo recordaremos que ésta es una de las muchas figuras representativas del centro, entre otras cosas, por reunir en sí a dos elementos opuestos: la sangre y el agua; tradicionalmente se considera a la sangre como una sustancia de polaridad positiva, su color la asocia al elemento ígneo, es solar, real.
Por el contrario, el agua –repetimos- es de polaridad negativa, se opone al elemento fuego y representa al poder sacerdotal. Esta leyenda es un ejemplo notable de cómo los celtas incorporaron elementos del cristianismo a sus antiguas tradiciones de cuño indogermánico.Por lo demás, la misma cruz céltica presenta un círculo cuyo centro se encuentra justamente en la intersección de los dos segmentos de la cruz: el vertical apunta al cielo, el horizontal representa la tierra, señalando así que el Centro es el punto donde los opuestos se fusionan y de donde provienen.
El rosetón gótico. La rosa. El Centro de la Conciencia
Como hemos visto, a través de sus rituales y figuras simbólicas también la Masonería hace alusión al tema del Centro; no podría ser de otra manera, puesto que se trata de realidades universales y, en consecuencia, perdurables en la tradición iniciática de la raza humana.Y aun siendo conscientes de que este trabajo no es más que un enfoque general y por fuerza incompleto, no dejaremos de mencionar a uno de los elementos ornamentales más hermosos y característicos de la arquitectura religiosa medieval (gótico flamígero), que atesora un precioso mensaje para quienes mediten sobre el mismo.
Concretamente, nos referimos al rosetón de las catedrales, esa ventana de forma circular, con radios o rayos que parten desde su centro como si fuese una rueda.Justamente por esta similitud, en la Edad Media también se llamaba Rota al rosetón, es decir, rueda. La misma palabra rota no deja de ser significativa, pues interpolando sus letras obtenemos Tora (la Ley de los hebreos) y Taro o Tarot, esa misteriosa colección de láminas simbólicas de origen incierto. Considerando al rosetón como una rueda, su significado resulta análogo al de ésta y no vamos a extendernos más.Pero, tal como su nombre lo indica, el rosetón se halla asociado con la rosa, que es, justamente con el loto, la flor simbólica más importante, y que ocupa un lugar de gran relevancia tanto en el simbolismo masónico como en la iconografía cristiana; por ejemplo, en la entrada de la iglesia de San Miguel (Bartolomé Mitre y Suipacha, Bs. As.) podemos ver un vitral de dimensiones respetables que presenta una cruz con una rosa roja en el centro (una rosa-cruz), en donde la flor ocupa, obviamente, el lugar del corazón. La palabra “rosa”, en varios idiomas, se escribe rose. Interpolando las letras, o ten remos eros, el los del amor en la mitología griega.Y sin amor no hay iniciación válida, porque se frustraría por completo el despertar de la Conciencia a un plano más elevado.
Como cualquier flor, la rosa está provista de un cáliz (en términos de botánica), en el cual se almacena el néctar.Por algún motivo también es “cáliz” el término normalmente empleado para referirse a la copa sagrada, como el Santo Grial.Es verdaderamente una copa que recibe el néctar de la Sabiduría, ese néctar con que se alimentaban los dioses del Olimpo y que les confería la inmortalidad… Es la “amrita” del hinduismo, que significa “inmortal”. El rosetón de la catedral gótica es una figura ir-radiante, solar, de cuyo centro parten radios y rayos (por eso hablamos de los rayos de una rueda); son rayos que comunican al centro con la periferia, llevando vida y calor, al igual que el Sol irradia vida y calor desde el centro de nuestro sistema planetario, por lo cual algunos pueblos lo llaman “el corazón del mundo”.
Asimismo, el corazón es fuego y luz en nuestro microcosmos, en nosotros mismos; por su propia naturaleza central, el corazón genera los opuestos, que en un sentido puramente anatómico se manifiestan en diástole y sístole, expansión y contracción, movimiento centrífugo y centrípeto. Los místicos de la India siempre han venerado con infinita devoción al Atmán, que así denominan a la morada de Brahaman en el ser humano, y que parece ser el leitmotiv del Srimad Bhagavad Gitá, de los Upanishads y demás libros védicos.Dichos textos guardan una significativa coincidencia con los escritos de los ascetas cristianos, especialmente de los orientales, los cuales afirman unánimemente que en el centro del Ser existe una chispa que deberá convertirse en llama.Así, por ejemplo, Gregorio el Sinaíta (12551346), recurriendo de manera llamativa a la terminología constructiva, dice al respecto: “Santuario verdadero, anticipo de la condición futura, tal es el corazón sin pensamientos, movido por el Espíritu. Aquel que no ha obtenido este estado puede ser, por sus virtudes, una piedra calificada para la construcción del templo de Dios, pero no es el templo del Espíritu ni su pontífice”.
Los nombres representativos del Centro de la Conciencia parecen casi infinitos en cantidad: se le ha llamado Arca de la Alianza, la Tierra Prometida, la Jerusalem Celeste, Morada de la Inmortalidad, el Jardín del Medio o Midgard en la mitología escandinava.Igualmente, es el horno o Atanor que debe encender todo alquimista para comenzar su paciente trabajo en la Gran Obra (Atanor, de Atanathos = Inmortal); es la C. del M. en el Simbolismo, la rosa de la Rosa-Cruz y la misma que encuentra el Dante en el Paraíso.Para concluir, creemos sinceramente que la comprensión intelectual de estas nociones, siempre y cuando se una a la reflexión y a la meditación, nos irá acercando al conocimiento de nosotros mismos, que no es otra cosa que el reconocimiento de nuestra verdadera identidad espiritual, de nuestro Centro inmutable y puro, no condicionado por el medio, la educación ni la herencia genética.
Entonces, al percatarse de su esencia interna -de su verdadero Oriente luminoso- el individuo cambiará también su percepción de la realidad externa, que con frecuencia no es lo que aparenta ser.Sin recurrir al esforzado voluntarismo de los moralistas -que opera mas cambios ficticios que reales- será objeto de una profunda metanoia, que le llevará con naturalidad a trascender todo dogmatismo sectario y toda idea de separatividad egoísta. Vivirá su propia transfiguración iniciática.Así, todos iremos también abandonando el perverso y lucrativo culto a la personalidad; la Fraternidad sincera será la moneda más valiosa y beneficio de muchos; “conocemos cómo somos conocidos” y nos sabremos partes de la misma Unidad, como irradiaciones de un mismo sol universal.
Bibliografía
Las citas han sido tomadas de las siguientes fuentes:• Isha Upanisliad. Versión de Sr¡ Aurobindo.• Tao Te King. Traducción de Chu-TaKao. Ediciones Morata, Madrid.• Srimad Bhagavad Gita. Traducción de R. Vasudeva Row, Madrás.• Chiiang-Tzu. Traducción de Carmelo Elorduy. Monte Ávila Editores, Caracas.• El Misterio Gótico, Gérard de Séde.• Plaza & Janés, Barcelona.• Gregorio el Sinafta, de La Filocalia. Editorial Lumen.
Según la doctrina hindú, la energía universal o Brahama Shakti se manifiesta de tres maneras, que corresponden a las tres gunas o trigunas, en sánscrito: Rayas (actividad, expansión), Tamas (inercia, pasividad, retracción) y Satv a (equilibrio).
Los diversos aspectos relacionados con el arca, el arco, el arcano (de origen árabe) encierran un preciosísimo contenido que bien merece detenida atención, También sería interesante investigar la relación entre la voz castellana “barca”‘ y la semítica “baraka” (bendición). Nos parece evidente la relación entre el nombre Merlín y la palabra Meerlein, “pequeño mar” en alemán.
En algunos dialectos, el sufijo diminutivo “lein” es reemplazado por “lin”, lo cual aclara aun más esta relación. El mar -elemento agua- simboliza la polaridad negativa, que cuadra perfectamente con la función sacerdotal del personaje en cuestión.
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